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Martes se Escribe

La libertad de correr

**leer mientras se escucha “As we Ran” de the national parks.

Pienso que tener metas y objetivos en esta vida es muy sustancial, ponerse una ruta hacia algo en particular genera una especie de emoción ante los días muy especial que nos regala un propósito para mejorar en la vida. Este propósito se va convirtiendo directamente a lo que aprendes durante la ruta hacia estas metas.

Correr un maratón tiene un significado muy grande, es una distancia que te obliga a gestionar tus fuerzas y pensar en todo y de todo. Pero no necesariamente por los 42.195 kms sino por todo el entrenamiento previo de los últimos meses llenos esfuerzo y dedicación. Días donde con frio, calor o lluvia tener un objetivo claro de completar la distancia de preparación es el motor para seguir. Algunas veces con fuerza y animo y algunas otras sin deseos de salir a mover el cuerpo, lo cual también deja un aprendizaje.

Pienso que no es la carrera en si, sino la propuesta de correr y de mantener una consistencia, de saltar a un mundo desconocido. Porque cada carrera es diferente. Cada paso deja un aprendizaje y propósito diferente.

El entrenamiento duele, pero es maravilloso. Toma mucho tiempo y firmeza que al paso de los días va moldeando la personalidad y genera perspectiva de vida e inspiración para buscar voluntad y valentía en cada cosa que hacemos. Alguna vez escuche la frase que “Si esperas al resultado sólo seras feliz un día.” Importa el camino, quienes te acompañan en él y lo que vives con ellos.


La sensación que invade el cuerpo segundo antes de comenzar la carrera tiene una peculiaridad muy poco común que se vive reducidas veces en la vida, son segundos donde regresa al recuerdo los días de entrenamiento, la motivación de hacer lo que estas a punto de comenzar, el pico de la montaña que ya fue escalada. Siempre he sido una persona que busca cumplir retos, sobre todo retos físicos. Para mi correr un maratón (o cualquier reto que estire mi liga) resulta ser un movimiento profundo de confianza en mi misma, de sentir por unos momentos que el mundo es mío y solo mío. Además, la colectividad de la gente genera un furor que no deja espacio al ego y que fomenta el movimiento comunitario y en masa de saberse invencible.


El día del la carrera, me animó gente que ni conozco. Incluso me llamaron por mi nombre que leían en el numero colgado en mi ropa. Avance mientras les dedique una sonrisa. Había niños durante el recorrido que nos miraban y nos transmitían que lo que hacíamos es increíble. Chocarles la mano alguna vez resultaba parte del gozo.

Mientras los kilometros avanzaban me resultaba importante dedicarle kilometros a personas que forman parte de mi vida, algunas pilares fundamentales, otras que solo estan de paso; incluso gran parte del recorrido se lo dedique a personas que ya no están en este plano.

Cuando me encontraba en los ultimos kilmetros seguramente ya no me veía tan fresca como al principio, pero miraba a mi alrededor y había una vinculo directo con los corredores de mi alrededor, y era casi obvio seguir todos juntos, mismo ritmo mismo objetivo. Los ultimos 195 metros, donde ves la meta final, las emociones salen de formas muy intensas, levanté los brazos, llore, grite y me di a la tarea de grabar las sensaciones en mi memoria. Porque lo recordaré por siempre.


Siempre he sentido que cuando corro, resuelvo mi vida. Puedo percibirme mas lucida, mis sentimientos están a flor de piel (por su puesto que una playlist melancólica siempre me da un empujón) Cuándo corro, comienzo a sentir, ya sea a sentirme bien, o mal, a sentir frío o calor, puede que mi entrenamiento sea fácil o difícil, no importa, lo importante es que siento. Y eso para mi es libertad.

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